El Pontífice explicó que “la localidad de Emaús no ha sido identificada con certeza” y esto “nos permite pensar que Emaús representa en realidad todo lugar: el camino que conduce allí es el camino de todo cristiano; es más, el camino de cada hombre”.
Señaló que “en nuestros caminos Jesús Resucitado se hace compañero de viaje para encender en nuestros corazones el calor de la fe y de la esperanza y partir el pan de la vida eterna”.
El Santo Padre agregó que para los discípulos de Emaús “ya todo ha terminado. También Jesús de Nazaret, que se había demostrado profeta poderoso en obras y en palabras, ha fracasado, y nos hemos quedado desilusionados”.
El Santo Padre agregó que para los discípulos de Emaús “ya todo ha terminado. También Jesús de Nazaret, que se había demostrado profeta poderoso en obras y en palabras, ha fracasado, y nos hemos quedado desilusionados”.
“Este drama de los discípulos de Emaús aparece como un reflejo de la situación de muchos cristianos de nuestro tiempo. Parece que la esperanza de la fe ha fracasado. La propia fe entra en crisis, a causa de experiencias negativas que nos hacen sentir abandonados por el Señor”, reconoció el Papa.
Sin embargo, aclaró que este camino de Emaús recorrido por los hombres de hoy “puede convertirse en camino de purificación y maduración de nuestra fe en Dios; también hoy podemos entrar en diálogo con Jesús, escuchando su Palabra; también hoy parte el pan para nosotros y se nos da a Sí mismo como nuestro pan. Y así el encuentro con Cristo Resucitado, que es posible también hoy, nos da una fe más profunda y auténtica, templada, por así decirlo, a través del fuego del acontecimiento pascual; una fe robusta porque se nutre no de ideas humanas, sino de la Palabra de Dios y de su presencia real en la Eucaristía”.
Teología de Emaús
En su meditación dominical, el Papa señaló que el relato de Emaús “contiene ya la estructura de la Santa Misa: en la primera parte la escucha de la Palabra a través de las Sagradas Escrituras; en la segunda la liturgia eucarística y la comunión con Cristo presente en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre”.
“Alimentándose en esta doble mesa, la Iglesia se edifica incesantemente y se renueva cada día en la fe, en la esperanza y en la caridad. Por intercesión de María Santísima oremos para que cada cristiano y cada comunidad, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús, redescubra la gracia del encuentro transformador con el Señor Resucitado”, señaló.
Al final de su alocución, el Papa se dirigió a los participantes del Congreso mundial sobre la Divina Misericordia que concluyó hoy en Roma. “Doy las gracias a los organizadores, en especial al Vicariato de Roma, y a todos los participantes dirijo mi cordial saludo, que ahora se transforma en una consigna: id y sed testigos de la misericordia de Dios, fuente de esperanza para cada hombre y para el mundo entero.
¡Que el Señor Resucitado esté siempre con vosotros!”, indicó.
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