En el Palacio Apostólico de su Residencia de Castel Gandolfo, en donde no se celebraban audiencias generales desde hace 30 años, el Santo Padre reanudó esta habitual actividad de los miércoles. Al dirigirse a los miles de peregrinos presentes agradeció a quienes lo acogieron en los días recientes en la localidad de Bressanone en donde transcurrió algunos días de descanso.
El Pontífice destacó que en esos días "fueron muchísimos los que me escribieron pidiéndome rezar por ellos. Me manifestaban sus alegrías, sus preocupaciones, sus proyectos de vida, así como sus problemas familiares y de trabajo, sus esperanzas que portan en el corazón, junto a las angustias relacionadas con las incertidumbres que la humanidad vive en este momento".
"Puedo asegurar que para todos y cada uno tengo un recuerdo, especialmente en la cotidiana celebración de la Santa Misa y en rezo del Santo Rosario. Sé bien que el primer servicio que puedo dar a la Iglesia y la humanidad es el de la oración, porque rezando pongo en las manos del Señor con confianza el ministerio que Él mismo me ha confiado, junto a la suerte de toda la comunidad eclesial y civil", explicó luego.
Seguidamente se refirió al ejemplo de oración esperanzada y confiada de dos santos cuya memoria se celebra el 9 y el 14 de agosto, respectivamente: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, judía convertida al catolicismo y cuyo nombre originalmente fue Edith Stein; y San Maximiliano María Kolbe; ambos asesinados en el campo de concentración de Auschwitz.
"Aparentemente sus existencias podrían ser consideradas como una derrota, pero es justamente en su martirio que resplandece el fulgor del amor que vence las tinieblas del egoísmo y del odio", dijo.
Tras recordar que Edith Stein fue asesinada el 6 de agosto de 1942, el Papa destacó que "la oración fue el secreto de esta santa co-patrona de Europa".
Al referirse luego a San Maximiliano Kolbe, el Pontífice indicó que "del amor fue la heroica prueba el generoso ofrecimiento que él mismo hizo de sí al cambiarse por un compañero de prisión, ofrecimiento culminado en la muerte en el bunker del hambre e, 14 de agosto de 1941".
"'¡Ave María!': fue la última invocación de los labios de San Maximiliano María Kolbe mientras sostenía el brazo de quien lo mataba con una inyección de ácido fénico. Es conmovedor constatar cómo el recurso humilde y fiel a la Virgen es siempre fuente de valor y serenidad".
"'¡Ave María!': fue la última invocación de los labios de San Maximiliano María Kolbe mientras sostenía el brazo de quien lo mataba con una inyección de ácido fénico. Es conmovedor constatar cómo el recurso humilde y fiel a la Virgen es siempre fuente de valor y serenidad".
Finalmente, Benedicto XVI alentó a que "mientras nos preparamos a celebrar la Solemnidad de la Asunción, que es una de las festividades marianas más queridas de la tradición cristiana, renovamos nuestra confianza a quien desde el Cielo cuida con amor materno de nosotros en todo momento. Esto es lo que en efecto decimos en la familiar oración del Ave María, pidiéndole rezar por nosotros 'ahora y en la hora de nuestra muerte'".
Tras culminar la Audiencia, el Papa dirigió su acostumbrado saludo en lengua española, en el que invitó a "contemplar con fervor el testimonio de San Maximiliano María Kolbe. Siguiendo sus huellas, acoged con humildad la Palabra de Jesucristo, meditadla cada día y llevadla a la práctica con valentía y constancia. A ejemplo suyo también, poneos bajo el dulce amparo de la Virgen María, rezando el Santo Rosario y confiando siempre en su amor de Madre. Que Dios os bendiga".
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