En su discurso pronunciado luego del concierto de música clásica ofrecido en su honor, el Papa resaltó las buenas relaciones que mantiene la Santa Sede con el Estado italiano y aseguró que esta sana separación entre el Estado y la Iglesia es también condición para que la ésta última cumpla "su misión universal de salvación entre todos los pueblos".
Por ello, explicó Benedicto XVI, la Iglesia "siente como tarea suya, siguiendo los dictámenes de la propia doctrina social, argumentada 'a partir de aquello que es conforme a la naturaleza de todo ser humano', el despertar en la sociedad las fuerzas morales y espirituales, contribuyendo a abrir las voluntades a las auténticas exigencias del bien".
Es por esa razón, dijo luego el Papa, que "reclamando el valor que tienen para la vida no solo privada sino también y sobre todo pública algunos principios éticos fundamentales, que la Iglesia contribuye de hecho a garantizar y promover la dignidad de la persona y el bien común de la sociedad, y en este sentido se realiza la deseada, verdadera y apropiada cooperación entre Estado e Iglesia".
Tras poner de ejemplo y confiar a los diplomáticos italianos a San Carlos Borromeo, quien viviera en la que es ahora sede de la Embajada de Italia ante la Santa Sede, Benedicto XVI hizo votos para que los pueblos del mundo alcancen "el auténtico progreso humano, prosperidad y concordia, realidades a las que podemos aspirar con esperanza y fe porque son dones que Jesús ha traído al mundo naciendo en Belén".
Finalmente el Papa pidió para que "la Virgen María, a quien hace unos días hemos venerado como la Inmaculada Concepción, obtenga estos y otros deseados dones para el bien de Italia y el mundo entero, de su Hijo, el Príncipe de la paz, cuya bendición invoco de corazón sobre todos ustedes y sus seres queridos".
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