Después de la celebración eucarística con los enfermos, el Papa se trasladó al aeropuerto de Tarbes-Lourdes-Pyrénées para la ceremonia de despedida. Aquí fue acogido por el primer ministro francés, François Fillon, autoridades políticas y civiles, los obispos de la región Midi-Pirineos, el presidente, el vicepresidente y el secretario general de la Conferencia Episcopal Francesa.
Benedicto XVI agradeció a todos los que “han trabajado con dedicación y ardor por el éxito de mis cuatro días en vuestro país. Gracias de corazón”.
“Mi viaje ha sido como un díptico. La primera tabla ha sido París, ciudad que conozco bien y lugar de muchas reuniones importantes. Tuve la oportunidad de celebrar la Eucaristía en el marco prestigioso de la explanada de los Inválidos. Allí encontré un pueblo vivo de fieles, orgullosos y convencidos de su fe. Vine para alentarlos a que perseveren con valentía viviendo las enseñanzas de Cristo y de su Iglesia”, indicó.
El Papa recordó cada acto de su agenda en Francia.
“¿Cómo olvidar el significativo encuentro con el mundo de la cultura en el Instituto de Francia y en el Collège des Bernardins? Considero que la cultura y sus intérpretes son los vectores privilegiados del diálogo entre la fe y la razón, entre Dios y el hombre”, indicó.
El Santo Padre afirmó que “la segunda tabla del díptico ha sido un lugar emblemático, que atrae y cautiva a todo creyente. Lourdes es como una luz en la oscuridad de nuestro ir a tientas hacia Dios. María ha abierto una puerta a un más allá que nos cuestiona y seduce”.
“El Papa debía venir a Lourdes para celebrar el 150 aniversario de las apariciones. Ante la gruta de Massabielle, he orado por todos ustedes. He rezado por la Iglesia. He orado por Francia y el mundo”, señaló.
Asimismo, precisó que como un peregrino más “he seguido las cuatro etapas del camino del Jubileo, visitando la Iglesia parroquial, el Cachot, la Gruta y finalmente la capilla del hospital. También he rezado con y por los enfermos que vienen en busca de restablecimiento físico y esperanza espiritual. Dios no los olvida, y tampoco la Iglesia. Como cualquier fiel peregrino, he querido participar en la procesión con las antorchas y en la procesión eucarística. En ellas se elevan a Dios súplicas y alabanzas”.
Benedicto XVI aseguró que había querido compartir con los obispos de Francia “mi convicción de que los tiempos son propicios para un retorno a Dios”.
“Que Dios bendiga a Francia. Que en su suelo reine la armonía y el progreso humano, y que su Iglesia sea levadura en la masa para indicar con sabiduría y sin temor, de acuerdo con la misión que le compete, quién es Dios”, señaló.
Tras manifestar su deseo de regresar a Francia, el Santo Padre prometió que “desde Roma, les estaré cercano y, cuando me detenga ante la réplica de la Gruta de Lourdes, que se halla en los jardines del Vaticano desde hace poco más de un siglo, les tendré presentes”.
Tras dos horas de vuelo, el avión papal aterrizó en el aeropuerto romano de Ciampino. Desde allí, el Santo Padre se desplazó a la residencia de Castelgandolfo.
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