El Santo Padre se refirió a “la situación de la familia” y recordó que “el matrimonio y la familia se enfrentan ahora a verdaderas borrascas. Desde hace algunas décadas, las leyes han relativizado en diferentes países su naturaleza de célula primordial de la sociedad. A menudo, las leyes buscan acomodarse más a las costumbres y a las reivindicaciones de personas o de grupos particulares que a promover el bien común de la sociedad”.
“La unión estable entre un hombre y una mujer, ordenada a construir una felicidad terrenal, con el nacimiento de los hijos dados por Dios, ya no es, en la mente de algunos, el modelo al que se refiere el compromiso conyugal”, indicó.
Sin embargo, precisó, “la experiencia enseña que la familia es el pedestal sobre el que descansa toda la sociedad. Además, el cristiano sabe que la familia es también la célula viva de la Iglesia. Cuanto más impregnada esté la familia del espíritu y de los valores del Evangelio, tanto más la Iglesia misma se enriquecerá y responderá mejor a su vocación”.
El Santo Padre también abordó la “cuestión particularmente dolorosa: la de los divorciados y vueltos a casar” y subrayó que “la Iglesia, que no puede oponerse a la voluntad de Cristo, mantiene con firmeza el principio de la indisolubilidad del matrimonio, rodeando siempre del mayor afecto a quienes, por los más variados motivos, no llegan a respetarla. No se pueden aceptar, pues, las iniciativas que tienden a bendecir las uniones ilegítimas”.
Puede leer el discurso completo en http://www.aciprensa.com/benedictoxvi/viajes/lourdes08/documento.php?doc_id=212
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