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domingo, 6 de abril de 2008

Evangelizar a los jóvenes en un mundo secularizado

Roma (ZENIT.org) Mientras se acerca julio con la Jornada Mundial de la Juventud, el acontecimiento vuelve a poner encima de la mesa la cuestión de cómo puede la Iglesia presentar mejor el mensaje del Evangelio a los jóvenes.

Hablando a los obispos de Japón el pasado 15 de diciembre durante su visita quinquenal a Roma, Benedicto XVI advertía del riesgo que sufren los jóvenes de ser engañados por la cultura secular moderna.

«Si su energía y su entusiasmo juvenil se orientan hacia las cosas de Dios, las únicas que pueden satisfacer sus anhelos más profundos, cada vez más jóvenes se sentirán estimulados a entregar su vida a Cristo», comentaba el Papa.

Lograr esto, por supuesto, no es ni mucho menos fácil. Un libro recientemente publicado presentaba un análisis adecuado de la cultura y mentalidad dominantes entre los jóvenes: «After the Baby Boomer: How Twenty- and Thirty-Somenthings are Shaping the Future of American Religion» (Después de los Baby-Boomers: Cómo los Veinteañeros y Treinteañeros están Conformando el Futuro de la Religión en Norteamérica) (Princeton University Press).

Escrito por Robert Wuthnow, profesor de sociología y director del Centro para el Estudio de la Religión en la Universidad de Princeton, el libro comienza observando que los adultos jóvenes suman más de 100 millones en Estados Unidos.

Wuthnow afirmaba que las vidas de este grupo se caracterizan por la diversidad, la búsqueda y el entretenimiento. En términos de religión, un número sustancial de jóvenes adultos pertenecen a las religiones tradicionales, pero muchos otros improvisan sus vidas de fe, tomando algo de aquí y de allí de diversas fuentes. «La nuestra no es una sociedad que anime a la continuidad», comentaba el autor en el libro.

Tendencias

Para ayudar a los líderes religiosos a comprender mejor la situación de los adultos jóvenes, Wuthnow dedica un capítulo a describir algunas tendencias clave. En comparación con sus padres, sus vidas familiares se caracterizan por retrasar el matrimonio, y menos hijos a una edad mayor.

En términos de trabajo, la tendencia a familias con ingresos de ambos miembros sigue aumentando. Los adultos jóvenes son en general más educados en términos de calificaciones universitarias, pero la situación laboral se caracteriza más por una mayor inestabilidad, con personas que cambian de puesto de trabajo con frecuencia, y tienen niveles de deudas más altos.

Sus vidas sociales muestran un descenso en el nivel de implicación en organizaciones cívicas y comunitarias, y un estilo de vida más fluido y desestructurado. La globalización también ha influido en la joven generación, explica Wuthnow, con más viajes y más exposición a otras culturas y religiones. Internet y los medios de comunicación modernos también han traído consigo una exposición a mucha más información e ideas.

En el libro se dedica un capítulo entero al papel de Internet y otras tecnologías de la comunicación en relación con la religión. Según las encuestas citadas, el principal uso religioso de Internet es la búsqueda de información sobre la propia fe. Un número significativo de personas también buscan información sobre otras fes.

El libro sostiene que los líderes de las comunidades religiosas se enfrentan al desafío de tratar con la demografía de los adultos jóvenes. Según Wuthnow, los adultos más jóvenes se implican menos que sus equivalentes de una generación anterior.

Cuando se trata de práctica religiosa, Wuthnow hace referencia a estudios que muestran que los adultos jóvenes asisten a los servicios religiosos con menos frecuencia, si se les compara con el pasado. Quienes van a la iglesia en el grupo de edad de 21 a 45 años suelen ser mujeres. De los que van regularmente, dos de cada tres son mujeres.

Dos grupos

Los patrones de asistencia a los servicios religiosos, comentaba, están relacionados con el retraso de la edad de casarse y de criar a los hijos. El típico feligrés está casado con hijos, mientras que quienes no van a la iglesia tienden a estar solteros o sin hijos.

Hay, por tanto, dos grupos de adultos jóvenes, con dos series de intereses y necesidades, algo que es necesario que las iglesias tengan en cuenta, según Wuthnow. Si la religión como institución no está presente en las vidas de un gran número de adultos jóvenes, estos buscarán guía en otro lugar, añadía.

El desafío para las iglesias, observaba, es cómo conseguir atraer a este grupo y ser capaz de llegar a ellos yendo fuera del círculo de los que ya practican su fe.

De la misma forma, sin embargo, Wuthnow apuntaba que los adultos jóvenes todavía conforman una parte importante de las iglesias. De hecho, los adultos entre 21 y 45 años suman al menos el 40% de quienes se adhieren a las mayores tradiciones religiosas de Estados Unidos. No obstante, esta cifra está por debajo de hace una generación.

Wuthnow opinaba que, a pesar de su declive, las denominaciones religiosas todavía serán la espina dorsal de la religión y no serán reemplazadas por Internet o una espiritualidad desestructurada. Los líderes de iglesia, sin embargo, necesitan prestar más atención a los adultos jóvenes, recomendaba.

Mirando a las religiones individualmente, Wuthnow informaba que el declive varía de un porcentaje de menos de dos puntos entre los protestantes evangélicos a un descenso de 6 puntos entre los judíos. Curiosamente, los datos citados por Wuthnow mostraban una proporción más alta de adultos jóvenes en la Iglesia católica que en cualquiera de las denominaciones protestantes.
El libro también revelaba otros datos interesantes sobre los católicos. La principal fuente de convertidos al protestantismo evangélicos está entre antiguos católicos. En general, cerca de dos millones de jóvenes evangélicos eran antiguos católicos, comparados con los 600.000 de hace una generación. No obstante, Wuthnow también comentaba que, en comparación con lo que ocurría antes, hay ahora menos convertidos al catolicismo, pero también menos deserciones.

Camino a Cristo

Benedicto XVI dio algunos prácticos indicadores de cómo evangelizar a los jóvenes durante la sesión de preguntas y respuestas que tuvo con el clero de Roma el 7 de febrero. Una de las preguntas se la hizo el padre Graziano Bonfitto, un sacerdote ordenado recientemente y que trabaja con la juventud. Pidió al Papa consejo sobre cómo acercarlos más a Cristo y a la Iglesia.
«El contexto cultural, el contexto mediático, ofrece un camino muy diferente al de Cristo», observaba el Papa. A pesar de esto, añadía que parece que muchos perciben cada vez más la insuficiencia de lo que la cultura contemporánea les ofrece.

El Papa recomendaba sinceridad, de forma que los jóvenes vean que los sacerdotes viven las palabras y las verdades que predican: «Para que nuestras palabras sean creíbles y tengan una lógica visible y convincente, es preciso que nosotros mismos sigamos ese camino, que nosotros mismos tratemos de que nuestra vida corresponda a la del Señor».

Debemos dejar claro, continuaba Benedicto XVI, que la elección fundamental que hay que hacer es entre la vida y la muerte. El cristianismo ofrece la vida, y es necesario ayudar a los jóvenes a comprender la importancia de esta elección, añadía.

Encontrar a Dios

«Es preciso comprender que quien avanza por el camino sin Dios, al final se encuentra en la oscuridad, aunque pueda haber momentos en que le parezca haber hallado la vida», explicaba el Pontífice.

Tomar el camino que lleva a Dios, continuaba el Papa, significa llegar a conocer a la persona de Jesucristo que nos habla en el Evangelio. Por eso, en la labor pastoral con los jóvenes debemos llamar la atención sobre el escoger a Dios, que es vida, y enseñar la amistad con Cristo, animaba Benedicto XVI.

Esto nos lleva a un tercer paso, añadía, que está relacionado con la naturaleza de vuestra amistad con Cristo, que no es una figura del pasado, sino que está presente en la Iglesia. Este paso implica vivir de acuerdo a la palabra de Dios y tener una vida sacramental sólida.«Hay sed de Dios», afirmaba el Santo Padre, aunque en ocasiones sea una sed oculta. Descubrir cómo apagar esa sed es uno de los grandes desafíos de la Iglesia de hoy.

Por el padre John Flynn, L. C.; traducción de Justo Amado.

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