La beatificación de José Olallo Valdés el próximo sábado 29, en la oriental ciudad de Camagüey, será presidida por el cardenal portugués José Saraiva, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, informó la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.
La visita de Saraiva será la segunda de un alto dignatario del Vaticano a Cuba, después de la que realizó en febrero pasado el cardenal italiano Tarcisio Bertone.
Bertone ofició misas al aire libre, una de ellas transmitida en vivo por la televisión, en la que pidió “libertad plena” para la Iglesia en Cuba y mantuvo conversaciones oficiales con el gobierno, en su función de secretario de Estado, virtual primer ministro del Vaticano.
Tras esa visita, los obispos cubanos instaron públicamente al presidente Raúl Castro a ejecutar “con decisión” las reformas anunciadas por su gobierno y dijeron, igual que Bertone, que la gira era un impulso al diálogo entre la Iglesia y el Estado.
“Promover el bien común”
Este domingo los obispos difundieron un mensaje sobre Olallo, de exclusivo contenido religioso, en el que sólo en un párrafo fueron más allá, al pedir que, quienes “tienen el delicado servicio de promover el bien común”, lo hagan “con espíritu de justicia, favoreciendo así la convivencia fraterna entre todos los cubanos”.
El Vaticano y los obispos cubanos mantienen abierta una agenda para ampliar los márgenes de la vida religiosa en Cuba, empezando por un mayor acceso a los medios de comunicación, y para lograrlo han acentuado su interés en el diálogo con el gobierno.
La beatificación, una categoría inferior a la de santo, significa que la Iglesia católica autoriza el culto público a Olallo. En el curso de unas dos horas por la mañana se oficiará una misa al aire libre y luego una peregrinación custodiará los restos mortales del nuevo beato hasta un templo, en el centro histórico de Camagüey. Todo será transmitido por la noche en uno de los canales nacionales de la televisión.
Abandonado recién nacido en un hospicio católico de La Habana, en 1820, Olallo se unió muy joven a la congregación que se dedica a la atención de los enfermos. Fue enviado a Camagüey, donde se le conoció por su arrojo en las peores condiciones, como en una gran epidemia de cólera. Una multitud fue a su sepelio y su monumento funerario se levantó por colecta pública.
En el imaginario popular de la región está unido a otra figura emblemática, la del católico jefe insurgente Ignacio Agramonte, cuyo cadáver, abandonado por los soldados españoles, fue resguardado por Olallo.
“Cuba merece un santo”, dijo el postulador de la causa, el sacerdote Félix Lisazo Barruete. “Creo que Olallo es un signo para este país, un modelo de caridad para la Iglesia católica, un signo de ayuda al pueblo”.
Por Gerardo Arreola (Corresponsal)
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