Se trata de la parroquia de Santa María del Rosario, en las afueras de Doha. Tiene asientos para 2.700 fieles y ha sido construida en un terreno de 50.000 metros cuadrados donado por el emir de Qatar, Hamad Bin Califa Al Thani, quien visitó hace poco a Benedicto XVI en el Vaticano.
El templo es de forma redonda moderna pero, por respeto a la población local, no tiene campanario ni expone la cruz en lo alto, como tampoco la expone la última gran iglesia inaugurada en Roma, obra del arquitecto neoyorquino Richard Meier y aprobada por Juan Pablo II como templo del Gran Jubileo del Año 2000.
El emir Al Thani ha dado este gran paso hacia la libertad religiosa a pesar de las protestas de grupos radicales y de que la Constitución de Qatar prohíbe cualquier religión que no sea el islam wahabita. La población total del emirato -conocido por su televisión Al Yasira- se acerca al millón de personas, de los que tan sólo unos 200.000 son catariotas. Entre la población extranjera hay unos 140.000 católicos, que ahora disponen de un espléndido templo. En torno a la iglesia de Santa María se construirán otras cuatro más pequeñas para los coptos, ortodoxos, anglicanos y cristianos indios.
Desde ayer, Arabia Saudí es el único país que no permite la construcción de iglesias, a pesar de que cuenta con 800.000 católicos dentro de sus fronteras, y que persigue incluso el culto en privado.
El vice primer ministro de Qatar manifestó en el acto de inauguración que «la nueva iglesia enviará un mensaje positivo al mundo». La sintonía entre Qatar y el Vaticano comenzó en 2002 con la apertura de relaciones diplomáticas y se consolidó en 2005 cuando el emir cedió los terrenos para la nueva iglesia.
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